Sánchez, hasta que hunda su barco

El pasado lunes Sánchez sembró el desconcierto de gran parte de los españoles con su postura de «me quedo». Todos pensábamos que se iba. Lo contrario no tenía sentido.

Lo que para muchos españoles era un alivio y un descanso, pensar que el mentiroso de la Moncloa podía decir que no valía la pena seguir, incluso con la incertidumbre de lo qué podía pasar en el proceso de su sucesión, para la caterva de socialistas que llevan chupando del Estado desde que llegó la democracia y se dieron cuenta del filón que supone afiliarse a los partidos progres, para esos, el periodo de reflexión fue mortal de necesidad.

La papeleta que tenían por delante los Bolaños, Alegría, Patxi López y compañía era morrocotuda y, sin esperárselo, porque el dictador de la Moncloa no consultó su estrategia con ninguno.

Para muchos era la ruina. Unos, al paro, y otros tantos, a la marginación. Tan sólo Maria Jesús Montero andaba que las bragas no le cabían en el cuerpo pensando que sería la jefa del ejecutivo, por eso gritaba tanto en Ferraz, para que se la viera.

Al final lo que se produjo fue un nuevo «cambio de opinión». Sanchez, que en esta ocasión ha parecido mas tonto que listo, tenía perfectamente claro que no merecía la pena seguir al frente del Gobierno. Y lo sabía desde antes de la cartita. Su situación era y es catastrófica.

Salió de la Moncloa con la intención de comunicarle al Rey su huida. Casi estoy por asegurar que al Rey le dijo que se iba, y de camino a la Moncloa, le bastaron los cuatro llantos de sus correligionarios, y un temblor de piernas que casi le suelta los esfínteres, para darse cuenta de su chiquillada.

La verdad es que necesitaba poco para cambiar de opinión. Bastaron menos de 20.000 fieles, en dos días de convocatorias y alguna llamada suplicante para que se animara a cambiar de opinión. Así, otra vez mas, cambió de opinión, o sea, mintió a los españoles y, probablemente al Rey.

Y esta es la clave del «me quedo». A Sánchez le bastaba con que uno solo de sus seguidores le dijera, no te vayas Pedro, para dar marcha atrás y decir que salía fortalecido de su periodo de reflexión.

Porque Pedro Sánchez sabe perfectamente lo que tiene detrás. Por una parte, que sin él se hunden muchas familias y muchas ineficiencias personales. Y por otra, está acosado por la Justicia y por los independentistas. A los segundos puede seguir engañándoles porque les entretiene el juego, pero la Justicia es inexorable. Se llame Pedro, o Puigdemont.

Sánchez sabe que sólo le queda huir hacia delante hasta que se hunda su barco. Que será en las próximas elecciones generales del próximo verano. También sabe, y con ello juega, del poco tiempo que le queda en la Moncloa que le permite incumplir todos los acuerdos con los separatistas.

Pero lo que no sabe es cómo va a pasar a la historía, que tanto le preocupaba. Ya se lo dije en otra ocasión, pero se lo repito ahora. Pasará a la historia como Pedro el Tonto, porque solo un tonto es capaz de cometer los mismos errores del pasado. Con su «muro» está resucitando el Frente Popular del 36 y parece no recordar como terminó esa locura de socialistas y comunistas.

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